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Porque el mundo no nos va a esperar.


María llegó a la fiesta de reencuentro. Las vacaciones se veían reflejadas en el color Nutella de su piel y en el amarillo brillante que el sol dejó en su pelo. El relax y la lejanía de la rutina habían dejado en su rostro una expresión alegre y una trenza larga y desaliñada posada sobre su hombro.


Entraron uno a uno todos sus amigos y los amigos de sus amigos. Y, de pronto, entró él. El chico que, hace más de dos años, a primera vista, le pareció que tenía mucho rollo. Un individuo con un aura genuina. Una primera impresión que resultó ser fallida. Un chasco.


Lo vio al fondo y lo saludó a lo lejos.


—Hola.


María, como todos los humanos, cree que tiene un don. Intuye grandes historias en las personas. Preimagina conexiones, risas, buenas amistades. Muchas veces se equivoca. Pero ella sigue pensando que tiene ese don.


Cuando se equivoca, no pasa nada. Es solo que héroes, superwomans, pasan a ser normales, aburridos, bordes o incluso gilipollas. Simplemente se siente traicionada por su sexto sentido y por la pérdida del potencial de una relación grandiosa. No le pasa con todo el mundo. El brillo especial lo reconoce en pocas personas.


María saludó a todos, incluida la novia de Danny. Al rato, fue al baño y, al entrar en la casa, se encontró de frente con Danny. Con una sonrisa y sorprendentemente majo, le dio dos besos.


—Qué guapa estás.


A María se le cortocircuitó el cerebro. Primero, porque jamás creyó que fuera guapa y, segundo, porque no esperaba una frase así de esa persona. Su mente no sabía cómo rescatar al gilipollas desubicado del lugar del olvido y traerlo de vuelta a la zona de amigo otra vez.


No pudo pensar tan rápido, así que simplemente empezó a hablar de sus vacaciones con un tono nervioso y raro. Hablar, hablar. Eso se le daba bien.


María no sabía cómo tomarse ese cumplido. No sabía si él se merecía otra oportunidad. No entendía si sus expectativas hacia él eran ciertas o no. Volvieron las dudas. Tal vez, por encima de todo pronóstico, él sí que la había visto. A lo mejor solo la estaba ignorando.


¿Puede que haya personas que ignoran a otras personas queriendo? ¿Hacen como que no les caen bien, pero en el fondo sí? ¿Construyen muros gigantes frente a ellos para que no les puedan ver? ¿En realidad estaba María en lo cierto y Danny sí tenía rollo, pero no quería compartirlo con ella? ¿Es eso ser gilipollas? ¿O no?


Las emociones que no se muestran, que no se expresan con un gesto, una broma, una buena conversación, se evaporan. Las relaciones están cargadas de expectativas que vienen y van. Si no las cumples, puede que pierdas la oportunidad. El corazón confía y espera, pero también cambia. Y el cambio ordena, etiqueta y asocia emociones a momentos y personas.


María reflexionó en su casa después de la fiesta y, con una pasividad latente y una pequeña esperanza en su interior, llegó a una conclusión:


<Danny, no esperes a abrirte, no esperes a ser de verdad conmigo si te importo. No esperes, porque el tiempo no nos va a esperar.>






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